Fraude político al descubierto: Enchufes y poder oculto en Extremadura ¡Esto es una bomba!
Estamos en este tiempo convulso en la España que todos conocemos, y en mitad de este tablero lleno de trampas aparece el término que más ruido hace en la calle: fraude político. Esa expresión que huele a pasillo oscuro, a despacho con cortinas cerradas y a teléfono que nunca queda registrado. Y aquí el nombre propio que arrastra el eco es uno: Pedro Sánchez. O mejor dicho, su hermano, David Sánchez, y toda la trama que ha terminado por salpicar a la Diputación de Badajoz, a Miguel Ángel Gallardo y al Partido Socialista.
Lo que parece un simple enchufe —otro más, se diría en tono resignado— se convierte en una operación calculada, una jugada digna de manual. Y lo irónico es que no estamos ante un capricho menor, sino ante un triple movimiento de piezas en el tablero. Dos enchufes para David Sánchez, otro para su inseparable “hermanito” Luis Carrero, y un andamio político construido para tapar con cemento fresco cualquier agujero judicial que pudiera manchar al clan. ¿Casualidad? No, aquí no existe la casualidad, solo la estrategia.
“El poder siempre se cree eterno, hasta que tropieza con la justicia.”
Cuando el enchufe se viste de alta dirección
Todo arranca con Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz. A él se le da el encargo de “cuidar” del hermano del presidente. Y qué mejor manera de hacerlo que con un cargo de coordinador de conservatorios, ese rincón administrativo donde cabía inflar presupuestos, otorgar rango de alta dirección y multiplicar salarios sin que nadie protestara demasiado. Nadie, salvo aquellos que de pronto comenzaron a sospechar que la música de los conservatorios sonaba demasiado desafinada.
La jugada es burda pero efectiva. El hermano no es un empleado cualquiera, no, es alguien colocado como si fuese indispensable. Y, por supuesto, junto a él entra el amigo íntimo, el que se hacía llamar “hermanísimo”. Todo queda en familia, como esas viejas sagas caciquiles que se repetían una y otra vez en la historia española. Solo que aquí el decorado es moderno, con comunicados, con discursos, con la apariencia de un partido que se presenta limpio mientras juega al póker con cartas marcadas.
El salto hacia el aforamiento
Pero lo verdaderamente fascinante no es el enchufe en sí —que ya de por sí huele a chamusquina—, sino la ingeniería jurídica que se pone en marcha para blindar la operación. Gallardo declara como investigado. Tiembla. El suelo se le mueve bajo los pies. Y entonces aparece el plan: sentarlo en la Asamblea de Extremadura, regalarle un escaño que le otorgue automáticamente el privilegio del aforamiento. De ese modo, el juez ordinario deja de tocar la partitura y la batuta pasa al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.
La maniobra tiene un efecto colateral maravilloso para los estrategas del PSOE: si Gallardo se afora, el caso entero vuela al Tribunal Superior, y con él, arrastra también al hermano del presidente. Es decir, el verdadero protegido siempre fue David Sánchez. Gallardo era la marioneta, la cortina de humo, el “peón sacrificado” en un tablero donde el rey se llama Pedro y el alfil preferido lleva su sangre.
“La mentira se sostiene un rato, la verdad termina sentándose en primera fila.”
El baile de dimisiones y sillas calientes
Para colocar a Gallardo en su nueva silla hacía falta un gesto aún más grotesco. Una diputada, María de la Cruz Rodríguez, tuvo que apartarse, dejar la silla libre. Pero no bastaba con una dimisión: había que saltarse a cuatro compañeros más que iban antes en la lista electoral. Un lío de pasillos, promesas de cargos futuros, delegados del gobierno enfadados, y esa sensación de que todo se mueve no por la voluntad popular, sino por la aritmética del enchufe.
La Junta Electoral dio el visto bueno. Gallardo ya tenía un pie dentro. Y justo entonces, la juez abrió juicio oral. El tiempo corría en paralelo y la farsa quedaba al descubierto. La pregunta flotaba en el aire como un truco de feria mal hecho: ¿de verdad creían que la justicia iba a mirar hacia otro lado?
El freno judicial y el fraude de ley
El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura fue tajante. Lo que había era un fraude de ley, como la copa de un pino. La jugada quedaba desbaratada. Gallardo pedía nulidad, pero era tarde. El andamio se tambaleaba, y el edificio entero de maniobras se venía abajo. Ya no había aforamiento, ya no había salvavidas. Y, sobre todo, ya no había manera de arrastrar al hermano de Sánchez hasta una instancia judicial más cómoda.
Y aquí es donde la historia se vuelve más irónica. Todo el teatro, todo el circo político, todo el baile de cargos, dimisiones y favores tenía un único objetivo: proteger a David Sánchez. No a Gallardo, no al PSOE extremeño, no a la imagen pública del presidente. Solo al hermano, el enchufado que debía quedar a salvo.
El retrato de un poder que se resiste
Este episodio pinta de cuerpo entero la manera en que Pedro Sánchez concibe el poder: como algo maleable, retorcido, susceptible de doblarse siempre que haga falta para garantizar la permanencia. Y al mismo tiempo muestra los límites, porque incluso en el terreno donde parece que todo vale, la justicia a veces da un golpe seco en la mesa y recuerda que no todo se puede maquillar.
“El que juega con fuego termina alumbrando su propia caída.”
El eco de los refranes
“Más pronto se coge al mentiroso que al cojo”, dice el refrán de siempre, y en esta historia parece escrito a mano. La cronología, llena de giros y contradicciones, muestra cómo Gallardo pasa del “no me aforaré jamás” al “quizás sea lo mejor aforarme”, del “yo afronto la justicia de frente” al “me siento más cómodo bajo el paraguas de un tribunal superior”.
Y al final, lo que queda no es solo la anécdota de un hermano colocado, de un amigo íntimo apadrinado o de un dirigente regional premiado. Lo que queda es el retrato de un modo de entender la política donde la ley se estira como un chicle y el poder se coloca siempre por encima de la vergüenza.
El enigma abierto
El caso queda en manos de la justicia, pero el interrogante es otro: ¿cuántas veces se habrá repetido esta jugada en la sombra? ¿Cuántos hermanos, primos, amigos del alma habrán encontrado despacho gracias a un apellido? Y lo más inquietante: ¿cuánto tiempo seguirá creyendo la ciudadanía que este teatro de sombras es la normalidad?
Porque sí, hoy hablamos de fraude político en Extremadura, pero mañana podría ser en cualquier otro rincón. Y si algo nos enseña esta historia es que, mientras existan los Gallardo dispuestos a doblar el brazo y los David Sánchez esperando su salvavidas, siempre habrá quien intente reírse de la justicia.
¿Hasta cuándo seguirá la función? ¿Quién será el próximo en sentarse en esa silla que nunca parece vacía?
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