¿THE LINE es el futuro o solo un espejismo en el desierto? La ciudad lineal de Arabia Saudí está cambiando todas las reglas
The Line suena a novela de ciencia ficción… pero con más ceros en el presupuesto y menos margen para la improvisación. No es una simple idea, ni un render futurista de los que se pierden en la bruma digital del “ya veremos”. No. The Line existe —o al menos, existe lo suficiente como para hacernos cuestionar todo lo que creíamos saber sobre las ciudades, el futuro, el tiempo y, sí, también el desierto. 🌵✨
The Line es mucho más que una línea recta de 170 kilómetros atravesando el vacío. Es una provocación urbanística, un experimento geopolítico, un delirio retrofuturista con pretensiones de redención tecnológica. The Line es el nombre con el que Arabia Saudí ha decidido interrogar al siglo XXI. Y yo, desde mi rincón entre montañas y niebla en Asturias, no puedo evitar sentir una mezcla de vértigo y asombro.
The Line: Una nueva forma de pensar en la ciudad del futuro
La Línea será una ciudad libre de carreteras, coches y emisiones; funcionará con energía 100% renovable y priorizará la salud y el bienestar de las personas sobre el transporte y las infraestructuras.
¿Y si pudiéramos empezar de nuevo? La Línea es una propuesta de ciudad vertical de 170 kilómetros y 200 metros de ancho, diseñada pensando en las personase, en los espacios públicos verdes, y no en los coches. Situada a 500 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Tabuk (Arabia Saudí), 9 millones de habitantes vivirán en 34 kilómetros cuadrados de terreno. Diseñada para funcionar al 100% con energías renovables y, por tanto, ser autosuficiente, The Line se desarrolla en torno a un concepto que el diseño actual destaca entre los más necesarios: la hiper-proximidad. Cada módulo albergará a 80.000 personas que dispondrán de todos los servicios que necesitarán a cinco minutos a pie de sus casas.
Cuando el desierto se vuelve retrofuturista
Una vez, cuando era niño, creí que el futuro tendría forma de tubo: cápsulas que me llevarían volando al colegio, pantallas en cada pared, ropa que se autolimpiaba. En lugar de eso, crecí entre semáforos en rojo, atascos y fachadas grises. Pero ahora llega The Line, como arrancada de un viejo número de Popular Mechanics, para decirme que ese futuro aún no está cancelado.
Porque hay algo deliberadamente retrofuturista en su estética. Esa arquitectura de espejos infinitos, esa linealidad perfecta, esa promesa de cero coches y cero emisiones. Todo eso no parece diseñado por arquitectos del presente, sino por los nietos espirituales de Sant’Elia, Archigram o los visionarios del Metabolismo japonés. Y, como explican bien en esta entrevista, no se trata solo de diseño: se trata de reescribir la idea misma de ciudad.
«Parece utopía, pero es solo un ensayo general del futuro»
La nueva religión urbana se llama proximidad
No hace falta ser urbanista para intuir lo que está en juego. Hoy en día, perder horas diarias en trayectos inútiles parece algo tan natural como hacer cola en la panadería. Pero The Line dice basta. Su promesa —que todo esté a cinco minutos andando— suena a exageración… hasta que miras los planos y los renders, y descubres que, efectivamente, podría ser posible.
Claro que para eso hace falta repensar absolutamente todo: el transporte, la densidad, el espacio público. En The Line, moverse no es la norma, sino la excepción. Y cuando moverse es necesario, la velocidad es de otro planeta: tren subterráneo, sin paradas, 1000 km/h, de extremo a extremo en 20 minutos. Si el Hyperloop funciona (y algunos prototipos como estos ya lo demuestran), The Line será menos ciudad y más organismo.
«Moverse dejará de ser una molestia. El espacio se doblará a tu favor»
¿La ciudad más audaz de la historia?
Lo fascinante de The Line no es su tamaño —aunque lo de cruzar España en línea recta es tentador—, sino su valentía. Porque seamos honestos: nadie en su sano juicio, ni siquiera en Silicon Valley, se ha atrevido a empezar una ciudad desde cero con esta radicalidad. Ni Barcelona, con todos sus sensores y semáforos inteligentes (ver más aquí), ni Singapur, con su vigilancia amable y su eficiencia quirúrgica, se han atrevido a ir tan lejos.
The Line no quiere parecer una ciudad; quiere reinventar el significado de ser ciudad. Quiere dejar atrás el caos, la improvisación y la mugre elegante de nuestras urbes para dar paso a una especie de precisión suiza metida en una carcasa de acero y espejos.
La paradoja energética más cara del planeta
Y aquí está la ironía más jugosa: el país que se enriqueció vendiendo petróleo quiere ahora redimirse construyendo una ciudad 100% alimentada por energías renovables. ¡Toma ya! Como si un fabricante de armas decidiera abrir un monasterio. Pero Arabia Saudí va en serio. 500 mil millones de dólares no son poca cosa, y el objetivo de Saudi Vision 2030 está claramente marcado: o nos reinventamos, o nos convertimos en irrelevantes.
La comparación con Masdar City, ese experimento urbano en Abu Dabi, es inevitable. Pero si Masdar era un laboratorio de sostenibilidad para 50.000 personas (aquí lo explican bien), The Line es una apuesta planetaria: 9 millones de habitantes en una estructura lineal sin coches, sin emisiones, sin excusas.
Tecnología invisible, ciudades sensoriales
Quizá el cambio más radical de todos es éste: la tecnología ya no se ve, se siente. En The Line, no habrá gadgets chillones ni postes llenos de cámaras. Habrá sensores integrados, IA ubicua, IoT como un sistema nervioso digital. Como se detalla en esta fuente, la tecnología en estas nuevas ciudades no se impone: se funde con el entorno.
Y eso lo cambia todo. Porque si antes las smart cities eran vitrinas tecnológicas, ahora son más bien organismos vivos, capaces de adaptarse, anticiparse, aprender.
Utopía o delirio de poder
Claro, uno puede acusar a The Line de ser una megalomanía disfrazada de urbanismo. Y quizás no falte razón. Los renders son bonitos, pero la realidad, como siempre, es más tozuda. Ya hay reportes de retrasos, de presupuestos desbordados, de dudas estructurales (algunos bien documentados aquí). Y, sin embargo, incluso en su fracaso, The Line será importante.
Porque lo que propone no es sólo arquitectura o tecnología: es una narrativa del futuro. Y esas, como sabemos, son las que terminan moldeando nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestras decisiones.
La ciudad sin gravedad
Hay algo profundamente poético en la idea de una ciudad donde la gravedad urbana desaparece. No hay atascos, no hay contaminación, no hay prisa. Solo espacio, tiempo, luz. El concepto de “gravedad cero” del urbanismo, que aparece casi como un susurro en los documentos oficiales (ver aquí), es más que una metáfora: es una declaración de intenciones. Una ciudad donde todo fluye, donde vivir no es una carrera de obstáculos sino una coreografía armónica.
Y sin embargo, me pregunto: ¿cómo planificas la espontaneidad? ¿Dónde queda el caos hermoso de los mercados callejeros, el bullicio de las plazas, el niño que corre detrás de una pelota en medio de un barrio desordenado?
El experimento más humano del siglo XXI
The Line no será juzgada por sus algoritmos, sino por su capacidad para crear vida urbana real. Porque al final, como decía Jane Jacobs, «las ciudades tienen el poder de inventar algo nuevo, precisamente porque están llenas de gente». Y esa gente no siempre obedece planos, ni sigue renders, ni entiende de IA.
ESPECIAL: Viaje por las ciudades retrofuturistas más emblematicas
Pero ahí está el reto: crear una ciudad donde lo humano no se pierda en lo digital. Una ciudad donde el alma no quede atrapada entre paneles solares y estructuras espejadas.
¿Y si fracasa? ¿Y si triunfa?
Hay quienes dicen que The Line no se construirá jamás tal como está planteada. Tal vez tengan razón. Pero incluso así, ya ha cambiado algo: nuestra imaginación. Nos ha obligado a repensar el concepto de ciudad, de futuro, de posibilidad. Y en un mundo que parecía haber renunciado a soñar, eso ya es un triunfo.
«Fracasar grande es mejor que triunfar en lo pequeño»
La ciudad del futuro no es perfecta, pero es inevitable
A veces, desde mi ventana, me imagino cómo sería vivir en una línea recta de cristal en medio del desierto. No sé si lo soportaría. Pero sé que me intriga. Sé que quiero saber más. Y sé que The Line, para bien o para mal, nos está enseñando a mirar más lejos.
Porque la gran pregunta que plantea no es si es viable, ni siquiera si es deseable. La gran pregunta es mucho más sencilla —y más brutal:
¿Y si pudiéramos empezar de nuevo?
Originally posted 2025-07-07 00:17:31.
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