¿Es YUNGBLUD el último gran ídolo del rock moderno? El álbum IDOLS de YUNGBLUD promete amor, dolor y sangre
YUNGBLUD nunca ha sido de los que se andan con rodeos. Desde que apareció como un meteoro en la escena musical, con botas de plataforma, labios pintados y un corazón que parece desgarrarse en cada verso, ha mantenido una promesa implícita con quienes lo siguen: no esconder nada, no suavizarlo todo, no fingir que está bien cuando no lo está. Y con IDOLS, su cuarto álbum de estudio, esa promesa no solo se mantiene, sino que se vuelve más cruda, más íntima y, a ratos, casi insoportable.
«Zombie«, el tema principal de esta primera parte del álbum (porque sí, esto es solo la mitad), no llega solo como una balada —llega como un grito contenido. Es una canción para los que han sentido que pierden partes de sí mismos sin poder hacer nada, para los que ven a quienes aman apagarse poco a poco, como si el alma se fuera despidiendo antes que el cuerpo.
YUNGBLUD cuenta que la escribió pensando en su abuela, tras un trauma físico que la convirtió en otra persona. Pero cualquiera que haya lidiado con la pérdida de identidad, la depresión o la enfermedad, encontrará en esta canción un espejo oscuro. Y como suele hacer este británico inclasificable, lo acompaña con un videoclip que no es solo una pieza visual, sino una pequeña obra de teatro gótica protagonizada por Florence Pugh. Ella no actúa, encarna. El dolor, la ternura, la descomposición emocional. Como si dijera: “Si vas a llorar, hazlo con elegancia, pero también con furia”.
Origen: Yungblud Announces New Album ‘IDOLS’
“IDOLS” es una confesión con sangre, vinilo y cicatrices
No es casualidad que el disco se llame así. En tiempos donde la palabra ídolo se lanza con la ligereza de un meme, YUNGBLUD parece preguntarse si alguien aún merece ese título. ¿Qué significa ser un ídolo cuando tus demonios son parte del espectáculo? ¿Qué queda de ti cuando la gente quiere consumir tu autenticidad como si fuera una camiseta de edición limitada?
Por eso sorprende y no sorprende que haya creado seis variantes de vinilo, como si cada una representara una parte distinta del alma de este álbum. Desde el “Distant Smoke” marmoleado hasta el “Hell and Back” bicolor exclusivo de Spotify, pasando por la versión “sangrienta” que hasta Steven Tyler —sí, el mismísimo— ha bendecido con su aprobación. Y no es solo marketing: cada vinilo incluye una litografía doble cara única, y si las juntas, forman una cruz. Como si la redención estuviera en el coleccionismo. O en la obsesión.
«Lo bello también duele«, parece decir con cada track. Porque antes de “Zombie” vinieron “Lovesick Lullaby” y “Hello Heaven, Hello”, dos canciones que ya apuntaban hacia ese mismo precipicio emocional. Pero también hacia un abrazo. Uno torpe, lleno de espinas, pero abrazo al fin.
“Todos somos zombies de alguien que amamos”
Eso dice una de las frases que más se repiten entre quienes ya han escuchado el tema. Y no es poesía barata. Es la pura verdad. Nos convertimos en fantasmas funcionales, arrastrando recuerdos como cadenas, viviendo con el piloto automático encendido mientras afuera todos siguen su rutina. Pero lo peor no es eso. Lo peor es el miedo a que alguien lo note. A decepcionar. A parecer “una carga”. A que te miren como se mira a una cosa rota.
“Es jodidamente aterrador”, dice YUNGBLUD sin filtro. Y lo es.
Pero esa vulnerabilidad es precisamente lo que lo ha convertido en un artista que trasciende modas. En una época donde el cinismo se disfraza de lucidez, él todavía apuesta por decir lo que duele, aunque suene cursi. Aunque lo llamen excesivo. Aunque nadie se atreva a hacerlo.
“Quiero que este disco consuele como un abrazo en medio del incendio”, ha dicho en entrevistas recientes.
Y uno le cree.
Una gira con olor a pólvora emocional
El fuego no solo se queda en los discos. Este agosto, YUNGBLUD arranca una gira por Norteamérica que promete más que conciertos: promete catarsis. Desde Los Ángeles hasta la última ciudad que cierre el tour, el público no solo irá a escuchar música. Irá a desahogarse. A cantar a gritos lo que no se atreve a decir en voz baja. A llorar sin pedir disculpas. Y si algo ha demostrado con anteriores shows, es que ese espacio seguro que crea en escena no se improvisa, se construye con verdad.
Le acompaña Sawyer Hill, un acto emergente que vibra en la misma frecuencia: intensidad emocional, letras afiladas, estética sin miedo. Como si fueran parte de una misma familia de criaturas nocturnas.
“IDOLS” no es un disco, es una autopsia emocional
A veces me pregunto si la música pop está perdiendo el alma. Si todo se vuelve algoritmo, estribillo, filtro bonito en TikTok. Pero entonces aparece alguien como YUNGBLUD, y te recuerda que todavía hay quienes sangran en cada verso. Que todavía se puede hacer arte con cicatrices. Que todavía queda esperanza en la furia. Amor en lo incómodo.
Y sí, este álbum es solo la primera mitad. Aún no sabemos qué nos traerá la segunda. Pero si el corazón ya está en la mesa, no me quiero imaginar qué más queda por cortar.
“Ser humano es el único género que me interesa”, dijo una vez. Y lo sostiene en cada nota.
“IDOLS es un disco para quienes ya no saben en qué creer”
No se trata solo de música. Se trata de aferrarse a algo cuando todo parece desmoronarse. De buscar belleza en el derrumbe. De amar incluso cuando el otro ya no es quien era. De sostener la mano de un zombie, aunque ya no te recuerde.
Y si eso no es humanidad, no sé qué lo es.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“Donde hay dolor, hay esperanza de curación.” (Adaptado de Rumi)
¿Ya escuchaste “Zombie”? Puede que no te salve, pero al menos te hará sentir menos solo. Y a veces, eso es todo lo que necesitamos.
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¿Quién es tu ídolo ahora que todos parecen máscaras? ¿Estás listo para enfrentarte a lo que duele de verdad?
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