¿Fue ZAPATERO el origen del desastre español moderno? El 11M y la caída de la España que iba bien
Estamos en 2025 en España, donde la política sigue oliendo a pólvora vieja y la historia reciente se arrastra como una maleta rota en el andén del presente. ZAPATERO. Así, sin apellidos compuestos ni rodeos. Con ese nombre empiezan muchas frases de sobremesa cargadas de bilis, decepción o memoria. Algunas veces, las tres al mismo tiempo. Porque si hay una figura política en España que ha despertado odios más intensos que pasiones, es esa. Y lo curioso no es tanto lo que hizo, sino lo que desató.
“Casi todo lo malo de este país arranca con él”, me repiten algunos con una seguridad que parece calcada de un telediario emocional.
¿Estamos seguros de que era inevitable o simplemente no vimos venir la tormenta?
Cuando España iba bastante bien
No sé si era ingenuidad o suerte, pero hubo un tiempo —hace no tanto— en que España parecía un país al alza. Había paz en las calles, economía con cifras verdes, menos ruido ideológico y una sensación de que estábamos construyendo algo. Aquel espejismo terminó de golpe en una fecha que muchos prefieren olvidar: el 11M. Y no por el atentado en sí, sino por lo que vino después.
No se trata aquí de exonerar o cargar a nadie con culpas exclusivas. Se trata de mirar ese momento como el disparo de salida de una carrera hacia el desconcierto. El atentado fue una herida abierta, pero la gestión política de sus consecuencias fue lo que infectó el tejido. Aquellos trenes no solo explotaron metal, también hicieron volar por los aires la confianza entre ciudadanos.
Mayor Oreja y el humo de los espías
En una entrevista reciente, Jaime Mayor Oreja —el político más pesimista y certero, según algunos— dijo que el 11M fue obra de servicios de inteligencia extranjeros, no de Marruecos. No de “un país del sur”, matizó. Solo esa frase basta para levantar una ceja y al mismo tiempo una tormenta de teorías. ¿Y si la verdad no está donde la colocaron los titulares? ¿Y si todo fue una operación más grande de lo que imaginamos?
Claro, esto no exonera a nadie, pero añade capas a la historia. Porque lo que ocurrió tras aquel 11 de marzo no fue solo un cambio de Gobierno. Fue una fractura en la narrativa del país, un cambio de guion sin transiciones. Y quien capitalizó aquello, guste o no, fue el PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero al frente. Un hombre que, hasta ese día, muchos consideraban tan irrelevante políticamente como una fotocopia mal hecha.
“Nos conviene que haya tensión”
Lo dijo. Lo pillaron. Lo grabaron. Y ahí está, flotando en la memoria colectiva como un insulto velado. En plena resaca del atentado, mientras los cuerpos aún estaban calientes y las calles enmudecidas, Zapatero hablaba de tensión como si fuera un ingrediente estratégico. Esa frase marcó su gobierno. Y, para algunos, marcó la decadencia.
La tensión no tardó en llegar: leyes de memoria histórica, ataques —según sus detractores— a la familia tradicional, a la identidad nacional, concesiones al independentismo catalán, discursos cada vez más polarizantes… España empezó a partirse en dos. No por diferencias reales, sino por una fabricación emocional desde arriba.
“Nos conviene que haya tensión”, como quien dice: “enciende la mecha, que esto hay que moverlo”.
El espía de la KGB y la guerra sin bombas
Y aquí es donde entra el ingrediente más inesperado del relato: un espía soviético. Años antes, en 1984, un agente de la KGB se pasa al otro bando y da una entrevista en la que, sin levantar la voz, desmonta la ilusión occidental. Lo realmente peligroso de los espías rusos, dice, no eran los venenos ni los silenciadores, sino el trabajo silencioso de infiltración cultural.
Desde 1945 —cuenta— llevan metiéndose en nuestras universidades, nuestros medios, nuestras películas, incluso en nuestros iconos pop como Jane Fonda. Y así, gota a gota, van cambiando la manera en que pensamos, hasta que una generación ya no sabe de dónde viene ni qué defiende.
“El 85% del trabajo de los espías es cultural”, asegura el exagente. ¿Y si eso explica por qué tantos jóvenes desprecian su propio país sin haberlo conocido realmente?
El país que se olvida de sí mismo
España, se dice, es el único país que compra su propia leyenda negra al por mayor. En lugar de defender la gesta de la hispanidad, nos dedicamos a tirarnos piedras al tejado. Hollywood exporta su patriotismo con banderas en llamas, pero nosotros nos escondemos de nuestros logros. ¿Quién enseña a los niños que el español es una lengua universal gracias a siglos de historia y exploración? ¿Quién les cuenta que Cervantes fue más moderno que cualquier guionista de Netflix?
No se trata de vivir en el pasado, sino de recordarlo para entender el presente. Si destruyes tu sistema educativo, si lo llenas de culpa, si borras la historia y la reemplazas con discursos prefabricados, terminas con una juventud que no sabe quién es ni a dónde va. Y eso, más que ideología, es abandono.
“Somos el único país que exporta autodesprecio en vez de identidad”
Cuando la política se deja en manos de los peores
Durante décadas, muchos ciudadanos creyeron que bastaba con pagar impuestos y votar cada cuatro años. El resto, “ya lo harán los políticos”. Pero como dice el autor del discurso —un ex político breve, por decisión propia—, eso ha sido un error garrafal. Porque la política abandonada no se queda vacía, se llena de los peores.
¿Quiénes son nuestros senadores? ¿A quién votamos exactamente? ¿Qué defienden de verdad? Casi nadie lo sabe. Y esa ignorancia es el abono ideal para que mediocres y oportunistas gobiernen sin oposición real.
No basta con indignarse en la sobremesa ni reenviar memes por WhatsApp. Hay que volver a tomar la palabra en los bares, en las redes, en las reuniones de padres y en las colas del súper. Hay que dejar claro que la voz del ciudadano no está muerta. Solo dormida.
“Si conocieras a muchos de tus políticos, buscarías otro país donde vivir”
¿Estamos a tiempo de cambiar el guion?
El mensaje es simple pero demoledor: o nos ponemos serios o esto no tiene arreglo. Porque no se trata solo de Zapatero, ni de Pedro Sánchez, ni de Rajoy, ni de los demás figurantes del circo. Se trata de un país entero que ha olvidado mirarse al espejo sin autodesprecio.
¿Podemos recuperar el rumbo? Quizás sí. Pero hará falta algo más que resignación y Netflix. Hará falta memoria, coraje y sobre todo, un poco de orgullo propio sin complejos.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“Ningún viento es favorable para el que no sabe a qué puerto va.” (Séneca)
España olvidó su historia y ahora no sabe quién es
ZAPATERO no inventó el caos, pero supo alimentarlo muy bien
El futuro depende de que dejemos de actuar como si no pasara nada
Y tú, ¿sabes quién es tu diputado autonómico? ¿A quién votaste de segundo en las últimas elecciones? ¿Estás dispuesto a seguir dejando la política en manos de otros o ya va siendo hora de hacer algo más?
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